lunes, 30 de mayo de 2011

MIDNIGHT IN PARIS de Woody Allen

PARA NOSTÁLGICOS Y ROMÁNTICOS

Como dijo Hemingway, París era una fiesta (A moveable feast). Una fiesta a la que, gracias a un Woody Allen reconfortantemente fresco, al fin estamos invitados.

Se que no puedo ser objetivo con esta película. Nadie que sea un enamorado del París de los 20 y de la brillante obra que se fraguó en aquella fecunda época podría serlo. Cada broma, cada gag y cada guiño que nos dedica la película nos arranca una sonrisa cómplice y nos sumerge en las lides del nostálgico sueño de un hombre corriente con alma de poeta: Un escritor norteamericano enamorado de la bohemia interpretado por Owen Wilson, trasunto del propio Allen y reflejo, si se desea entrar en el juego, de nuestras soñadoras almas ávidas de romanticismo y magia.

No es casualidad que el momento en que el protagonista viaja a través del tiempo coincida con las doce campanadas de la medianoche: La hora de las brujas. Excusa argumental propia del relato fabuloso, que en esta ocasión nos conduce a otro "País de las maravillas", poblado de genios, locos y una dama de pelo rizado por la que todos los caballeros suspiran. La fiesta y el licor corren por el Mont Martre mientras disfrutamos de la cordialidad de los Fitzgerald (con su precioso aunque condenado amor), de la brutal honestidad de Hemingway (que habla como escribe e, inesaperadamente, es divertidísimo) o la hilarante megalomanía de Gertrude Stein (interpretada por una Kathy Bates en estado de gracia)... Y Picasso y Cole Porter y los surrealistas... Otra época que parece otro mundo, dónde todo es posible.

Y como en todos los cuentos, nuestro viaje nos conduce a la revelación. Porqué como soñadores y románticos a veces nos refugiamos en el pasado, en aquella épocas doradas que evocábamos con embriaguez y dejamos pasar los días presentes como si viéramos crecer la hierba. Pero cómo el propio Allen nos dice en boca de su protagonista, la vida es un poco así, insatisfactoria y amarga, pero es nuestra vida y es la que nos ha tocado vivir.

Mágica, divertida y con puntuales broches de acidez propia del director neoyoquino.

Ah sí. Sale Carla Bruni.

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