lunes, 30 de diciembre de 2013

MÁS ALLÁ DEL UMBRAL DEL SUEÑO

MÁS ALLÁ DEL UMBRAL DEL SUEÑO

Una vez más, Nathaniel reconoció la incrédula mirada del que siente como la luz del mundo se apaga para siempre. Si alguna vez las hubo, él ya no advertía variaciones en la inútil pelea en la que se enzarzaban los desdichados a los que arrancaba la vida: la mueca de desconcierto cuando el cuchillo atravesaba sus gargantas y los torpes ataques en los que se enredaban sus manos parecían repetirse una y otra vez. Para Nathaniel, la expresión de aquel desgraciado y todas las que había visto extinguirse hasta entonces no eran más que la vacilante sombra de aquella otra mirada, cristalina y radiante como un arroyo de agua clara bañado por la perezosa luz de una tarde de verano. Una mirada que ni siquiera había parpadeado al contemplar el cataclismo causado por la cópula entre dos soles de sexo opuesto, los únicos que han existido en este universo y cuyo desesperado acto de pasión arrasó galaxias y civilizaciones enteras. 

La víctima abrió la boca grotescamente y, a causa de la sangre que manaba de su garganta, emitió un extraño sonido burbujeante. Nathaniel ahogó el grito apretando el rostro del moribundo contra su abdomen e, inmediatamente, alzó la vista hacia el cielo estrellado en busca de un consuelo que jamás encontraría. Aquellos diamantes iridiscentes, ardiendo a millones de quilómetros de distancia del fango bajo sus pies, era lo único que aún entrañaba alguna belleza. Le recordaban lo que una vez fue y lo que podría haber sido. Le recordaban la promesa que un hombre le había hecho, hacía ya tanto tiempo: viajar más allá de los confines de lo imaginable, cabalgando sobre las estrellas como dioses orgullosos. Le recordaban a Foster Wingate y el mundo más allá del umbral del sueño.
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