lunes, 6 de febrero de 2012

LOS DESCENDIENTES, de Alexander Payne


IMPERFECTOS SERES HUMANOS


Matt King (George Clooney) es un atareado abogado hawaiano que, cuando su mujer sufre un accidente y queda en coma, debe tomar las riendas de la familia y responsabilizarse de dos hijas que apenas comprende. Sobre este drama familiar planea una infidelidad ignorada y una difícil decisión acerca de un terreno virgen, herencia de la familia protagonista y que los primos de Matt ansían que venda al mejor postor. Esta premisa, que augura un melodrama de lágrima fácil y manido mensaje proecologista, se convierte en las manos de Alexander Payne en una tierna tragicomedia poblada por unos personajes que, aún cuando se comportan ridículamente auspiciados por sus defectos y miserias, rezuman una intensa veracidad, un profundo humanismo con el que resulta imposible no conmoverse.

Porque, pese al descarnado drama que sugiere la trama, Payne se sirve de ella para hacer un nuevo retrato del hombre corriente y su discreta épica por encontrar su lugar en el mundo. Mucho tiene en común el vulnerable Matt King con el personaje interpretado por Jack Nicholson en otra película del director de Omaha, A propósito de Schmidt. Se reconoce la misma desorientación existencial en sus miradas perdidas y exhaustas, buscando un vestigio de sentido en un mundo que se ha vuelto irreconocible y extraño.

Hombres perdidos que fácilmente pueden verse como perdedores, porque Payne se afana en descubrirnos todas sus facetas, incluyendo aquellas que resultan patéticas. Pero lo hace sin regodearse, con la pulcritud de un narrador honesto que no emite juicios ni hace trampas. Lo vemos en las dos caras de Matt King frente a su infiel y comatosa mujer, reprochándole iracundo su engaño y besándola entre lágrimas; o en el rudo suegro del protagonista (Robert Forster), capaz de tumbar a un joven impertinente de un puñetazo para luego mostrar su desolación con una suave caricia al rostro de su hija. Gestos que a través de la mirada del director convierten a sus personajes en algo muy reconocible: imperfectos seres humanos.

Sin embargo, a pesar de su consabida inclemencia al retratar a sus personajes, en Los descendientes Payne redime a su protagonista, aunando las dos tramas principales con una pincelada sutil que culmina con Matt contemplando los cuadros de sus ancestros. Imágenes mudas que observan satisfechas al descendiente que estaba perdido.

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